Muchas veces, tanto profesores y especialmente los estudiantes nos preguntamos ¿Por qué nos califican? Y es más, llegamos a cuestionarnos ¿Qué es lo que se califica? Pues bien, los establecimientos educativos utilizan la calificación como método de medir el rendimiento académico de los estudiantes, cuan capacitados están para ejecutar una determinada tarea, etc. Y aunque parezca autoritario, muchas veces se ocupan las calificaciones como una forma de recompensa o castigo, la buena memoria e inteligencia se premia con buenas notas, y la mala conducta o mal rendimiento académico se castiga con bajas calificaciones. Ahora, vale la pena preguntarse, ¿ese es el fin de las calificaciones en la educación?
Antes de entrar de lleno en este tema, debemos dejar en claro una de las principales confusiones que existen en torno a dos términos, evaluar y calificar. Estos términos tienden a confundirse dejándose muchas veces como conceptos con el mismo significado, pero no es así. Evaluar es una cuestión valórica, cuando recogemos información del rendimiento de un estudiante y la utilizamos para mejorar el proceso educativo de un niño a través de un juicio valórico; calificar, en cambio, es ponerle una “nota” a este rendimiento. En palabras mas sencillas, evaluar, es lo global, calificar, es lo específico.
Así, respondemos a una de las interrogantes que plantee en un comienzo, según lo anterior, lo que se califica en los establecimientos es el rendimiento que tiene un estudiante en para un determinado objetivo. Ahora, si vemos por qué se califica deberíamos decir que el objetivo principal de la calificación es que a través de ella otorgamos una medición especifica, que sumada con otras calificaciones nos da una base para lograr una evaluación.
Sin embargo, las calificaciones en la actualidad se utilizan preferentemente como una cuestión administrativa, principalmente, para otorgarle cierto “rango” a un estudiante. Los estudiantes se están viendo sobrepasados por la forma de calificar el los colegios, ya que se les pone en una escala que tiende a “discriminar”, ya que un estudiante con calificaciones destacadas es visto inmediatamente como un ente superior al que sus calificaciones son “deficientes”. Muchas veces los docentes caen en darle una importancia preponderante al tema de las notas, olvidando cual es el real objetivo de esta, “una escala para medir, y a través de esta mejorar las dificultades de los estudiantes”.
Impresiona ver cómo llegamos a vernos sobrepasados por las llamadas calificaciones, actualmente, estas son sinónimo de evaluar, como un requerimiento oficial para indicar el rendimiento académico de un estudiante, como apreciaciones cuantitativas que se registran para ser utilizadas posteriormente, etc.
Ahora bien, no podemos culpar al docente en su totalidad por la forma de concebir las calificaciones que se tiene hoy en día, él es parte de un sistema deficiente, que no le permite realizar un trabajo calificativo como corresponde, ya que está sometido a una serie de tareas propias de su labor, siendo la principal la de crear situaciones de aprendizaje, con algunas tareas secundarias como controlar la convivencia de la sala de clases, responder a formalidades para comunicar el desarrollo de sus alumnos, tanto a los administradores como a los padres, preparar material para sus estudiantes, etc. La calificación es una de las tantas actividades del docente, por lo mismo, muchas veces se realiza de manera rapida, y pierde el sentido mismo de lo que significa calificar, perdiendo la importancia que se merece.
Y esto es algo que preocupa, ya que la calificación es un tema que presenta mucho interés como parte del proceso evaluativo en un establecimiento, ya que despierta expectativas en los alumnos como en los padres. Además, dado el sistema educativo que presenta nuestro país en la actualidad, la calificación es una cuestión de vida o muerte para muchos estudiantes, ya que es la carta de presentación para futuras instancias educacionales.
Pues bien, luego de tan largas explicaciones en torno al enfoque que se da a las calificaciones, creo que hay cosas básicas que debemos tener claro, para que no se pierda el real objetivo de la calificación. Lo principal es saber que la evaluación “no puede ser una amenaza sino un instrumento para ver cómo se sigue avanzando ", esto implica que este instrumento no solo sirve para medir el rendimiento del estudiante, sino también del propio profesor, ya que con los resultados puede ser un parámetro de si es fructífero o no el trabajo del docente en la sala de clases.
Además, no desconectar las calificaciones de la evaluación, debemos tener claro que la calificación es parte de esta, por lo mismo, no se debe calificar como una cuestión aislada, sino integrarla a la evaluación como parte de un juicio de valor, darle el sentido pedagógico que implica, y no solo transformarla solo en una forma de estandarizar a los estudiantes.
muy de acuerdo estoy con lo que propones, ya que hace mucho tiempo que se viene diciendo que la mejor manera de verificar lo que un niño sabe realmente es evaluar y no calificar.Lamentablemente los profesores caen el en error de calificar como una manera más fácil y que requiere evidentemente de menos tiempo y esfuerzo para evaluar los contenidos que pasan a lo largo de sus clases. es nuestro deber dar un giro a esta mirada, ya que el alumno no por tener buenas o malas calificaciones significa que sepa a su cabalidad lo pasado a lo largo de su proceso de aprendizaje.
ResponderEliminaralgunas palabras les falta tilde,puede que se un poco extenso el tema,al darse vuelta mucho en una misma idea,en general esta bien,un tema muy interesante ;)
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